Oír hablar en el ámbito financiero de especulación nos traslada directamente al núcleo de esta pequeña pero importante parte de la economía. Es propiamente dentro de las finanzas donde este fenómeno despliega toda su fuerza, donde hace sentir más claramente sus efectos y también, donde debe afrontar las críticas más duras.
La especulación financiera, es casi tan antigua como la historia misma y es un aliciente ver cómo de forma periódica se repiten los patrones de conducta frente a las perspectivas de grandes ganancias, que luego se esfuman con la misma facilidad que aparecieron. Muchas veces, lo que en el lenguaje coloquial se define como especulación no es tal, al menos desde un punto de vista técnico. No existe un acuerdo unánime sobre el significado de estas operaciones, ni una idea exacta del término. Por eso, es conveniente diferenciar el concepto entre todas aquellas figuras y operaciones económicas con las que alguna vez se ha visto ligado o identificado. En ocasiones, nos surgen preguntas tales como: ¿qué es especular?; ¿es moralmente aceptable que una persona gane en un día, o en unas horas, lo equivalente a la deuda externa de un país subdesarrollado?
La especulación es una operación comercial consistente en comprar mercaderías, inmuebles, valores o efectos públicos, con ánimo de obtener lucro en menos de un día, mediante su posterior venta a precios más altos. El especulador pretende maximizar su beneficio en el menor tiempo posible, minimizando la aportación de capital. Cuando se posee o se prevé detentar una posición firme de contado y no se adopta cobertura alguna, también se está especulando. Dicha actuación debe calificarse de especulación pasiva o estática, a diferencia de la anteriormente enunciada, que se refiere a especulación activa o dinámica.
Según Keynes, “la especulación afortunada beneficia a la comunidad, es siempre extremadamente reducida en proporción al negocio normal. El especulador que tiene éxito obtiene su beneficio por anticiparse, no por modificar las tendencias existentes. Aunque los especuladores no alteran la tendencia a largo plazo, en el corto plazo (menos de un día) su acción puede modificar el valor de los títulos. En la Teoría General, se considera que la especulación, si domina el mercado, ejerce una influencia negativa sobre el proceso económico. Los especuladores no tienen más información ni conocen mejor el negocio que los productores o los comerciantes, ni son profetas, aunque puedan pensar que tienen ese don. Si efectivamente lo tuvieren, se harán inmensamente ricos. El papel del especulador es asumir riesgos y su función es la misma que una compañía de seguros que obtiene beneficios, no porque pretenda saber más que los individuos de la esperanza de vida o del riesgo de incendio, sino porque corre el riesgo”.
Uno de los mercados más atractivos para el especulador, es el Mercado de Futuros. El elevado grado de apalancamiento financiero o «efecto leverage» que se consigue en los contratos de futuros los hace especialmente interesantes para este tipo de agentes. Por ello, quienes realizan operaciones de carácter especulativo saben que el importante efecto multiplicativo de las plusvalías va a resultar muy gratificante cuando se prevea correctamente la tendencia de las cotizaciones. Precisamente por el alto grado de apalancamiento incorporado a los contratos de futuros, y por su evolución de carácter simétrico respecto a la generación de pérdidas y ganancias, los especuladores deben conocer que el mismo efecto multiplicativo, pero en sentido inverso, se produce al predecir erróneamente la tendencia de las cotizaciones siendo, por ello, conveniente adoptar medidas de precaución como complemento de la operación especulativa.
La especulación financiera es una actividad antigua. El juego especulativo comenzó a sentir afición por las llamadas «economías emergentes», término con el que se conoce a las economías de países en desarrollo. Cuando entra en el país, se produce una fiebre eufórica que hace subir la temperatura económica, todo sube: el valor de las acciones, los inmuebles, la necesidad de trabajadores, sus salarios, etc. El alza generalizada parece que no va a tener fin, y se mantiene hasta el día en que llega la catástrofe. Muchos profesionales consideran que la especulación bursátil o financiera, en sí misma considerada no es ni buena ni mala. Su valencia ética vendrá dada por los fines que pretenda, y por los medios que utilizados. Así, una especulación que sólo busque un rendimiento inmediato, privado o particular será lo más opuesto a la aventura de arriesgar el dinero en busca de un lucro que repercuta en el cuerpo social.
En este sentido, una especulación positiva sería aquella que, analizando una coyuntura determinada, examinando las perspectivas de futuro, tomase la decisión de situar los correspondientes recursos financieros en éste o en aquel mercado, para obtener un legítimo beneficio personal y social. Por contra, una especulación negativa sería la que, abusando de informaciones privilegiadas, proporcionase al especulador, y sólo a él, unos rendimientos altos con un mínimo esfuerzo y sin ningún riesgo, como apostando por el caballo ganador en una carrera amañada.
Afortunadamente, son los propios mercados los que han puesto en marcha en los últimos años una serie de mecanismos de control para evitar que esas conductas fraudulentas en la gestión de carteras financieras se generalicen. La base de los especuladores es tener dinero y ganarse la confianza de los inversores. Muchos autores piensan que la especulación debe ser frenada, no se trata de inhibir la actividad de los mercados de valores sino controlar los excesos. Otros, opinan, que la especulación es buena para el mercado puesto que genera liquidez. En último término, y como dice Chancellor en una de sus obras, «el péndulo oscila entre la libertad y la restricción económica».