Tradicionalmente, las economías avanzadas, en buena parte por su estabilidad geopolítica e infraestructuras existentes, han sido las más atractivas para la inversión extranjera directa (IED), pero el tratamiento fiscal va cobrando mayor importancia. Buena prueba de ello es el cambio de tendencia que se puede constatar en 2005: si en el periodo 1999-2000 el mundo occidental captó el 81% de los flujos de IED, en 2003-2004 sólo acogió el 60%, y en 2005 el 59%. Los países en desarrollo han tomado el relevo, duplicando las inversiones captadas, principalmente los países de la ampliación de la UE, los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), Africa, Asia, Latinoamérica y Oceanía.
Según ranking de la UNCTAD (dependiente de la ONU), España se mantuvo como una de las diez primeras economías receptoras, en el puesto noveno, aunque pierde un puesto con respecto de la IED acumulada. Además, el stock invertido supera la media de los Veintincinco e iguala a Brasil, Rusia e India juntas.
Lo que se mantiene casi inalterable es el origen y destino de dichas inversiones productivas. Seis de cada diez euros invertidos en España proceden de Alemania, Francia, Estados Unidos y Reino Unido, y se orientan a los sectores de comercio, industria química, financiero y telecomunicaciones, perdiendo importancia el sector manufacturero (que cambia en destino, al preferir Asia o Africa). También se consolida la elevada concentración geográfica, ya que el 82% se absorbe en las regiones de Madrid y Cataluña, donde tienen sede algunas de las principales compañías extranjeras.
El volumen de IED parece estar rallentizándose, ya que en 2005 fue un 7% menor que en el año anterior, en contra de las tendencias mundial y europea, aunque la mayor parte de la caída de la cifra se debió a la reducción de 4,7 puntos en las inversiones en sociedades instrumentales extranjeras (menos importantes a la hora de crear actividad y empleo), mientras que el resto de entradas de capital foráneo aumentó.
La parte más positiva de las cifras es que el 72% de las desinversiones corresponden a la venta de empresas foráneas a compañías españolas, y además, casi el 90% de la IED productiva que llegó a España fue a constituir nuevas empresas, o a ampliar el capital de compañías extranjeras ya existentes en nuestro país.
Los protagonistas corporativos de dichos movimientos han sido pocos. La salida neta de inversión fue, principalmente, a causa de la compra de Allied Domecq por Beam Global España (2.500 millones de euros), aunque también destacó la venta del Hotel Arts de Barcelona.
Dos operaciones concentraron casi la mitad de las inversiones recibidas en 2005, la compra de Auna por Orange (7.700 millones de dólares), seguida por la adquisición de Amadeus por Wam Adquisition (5.800 millones de dólares). También destacaron las ventas de Ono, Panrico y Aldeasa a Investor Group, Apax Partners y Autogrill, respectivamente, todas ellas superiores a los 1.000 millones de dólares.
Actualmente, además del turismo, existen oportunidades interesantes en otros sectores en los que España debe demostrar su competencia: energías renovables, farmacéutico, aeronáutico, logística, medio ambiente o tratamiento de aguas, y otros que previsiblemente atraerán flujos de capital a corto y medio plazo, habida cuenta de su creciente protagonismo en las estadísticas de IED: en los servicios, las telecomunicaciones y las finanzas y en la agricultura, las energías alternativas.
Por comunidades autónomas, es destacable el posicionamiento de la Comunidad Valenciana, en cuarto lugar por detrás de Madrid, Cataluña y Andalucía.
Y de cara a facilitar la llegada de inversiones, y dado que las cifras de capital captado por la economía española son menores a las del año 2000, quizás conviene recordar la vigencia de las estrategias tradicionales, basadas en la firma de acuerdos internacionales, la simplificación de procedimientos, el aumento de incentivos fiscales, la reducción de impuestos y la mayor apertura a la inversión extranjera, y llevadas a cabo con éxito en países en desarrollo.