Ya no existen fronteras, al menos para las pymes. Mientras hace unos años salir al exterior se reducía al ámbito de las grandes empresas y a intrépidos emprendedores, hoy en día se ha convertido en una necesidad para gran parte de los negocios. Las cifras no engañan y siguen creciendo, cada vez son más las compañías que deciden dar los primeros pasos en el ‘mundo exterior’. Dentro de cinco años el 74% de las empresas familiares del planeta espera tener presencia en mercados distintos al suyo de origen, según refleja el último estudio elaborado por PwC sobre la Empresa Familiar. Además, las empresas también tienen expectativas de que sus mercados domésticos pierdan peso en sus cuentas de resultados y estiman que de media en 2017 el porcentaje de sus ventas procedentes del exterior aumente del 25% al 30%, según una encuesta realizada a 2.000 empresas.
La excusa de ser pequeños ya no es válida, las nuevas tecnologías abaratan costes. Se puede hacer un pedido vía internet desde Rusia, y a los pocos días disponer de él en España, o a la inversa, o mantener una videoconferencia con cualquier punto del planeta, por citar unos meros ejemplos de las facilidades actuales. Sin embargo, no es un proceso sencillo, se requiere: tiempo, experiencia, conocimientos, y en ocasiones también un compañero de viaje, para consolidar un negocio en el exterior.
A menudo, la búsqueda de financiación para llevar a cabo estos proyectos es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los negocios familiares a la hora de entrar en nuevos mercados. A la tradicional aversión de los gestores familiares a incrementar sustancialmente sus niveles de endeudamiento se une su resistencia a dar entrada a nuevos socios en el accionariado de sus compañías y de acudir a los mercados de capitales. Estas restricciones limitan las posibilidades de financiación bancaria y explican una clara tendencia de muchas empresas familiares a acudir solo a los países vecinos o aquellos con más afinidad con sus mercados de origen. Teniendo en cuenta la importancia de estas premisas, la FEBF ha organizado el lunes 26 de noviembre un seminario específico de financiación en la internacionalización de pymes, que se integra dentro de un curso más amplio que intenta guiar a las pequeñas y medianas empresas en su salida al exterior.
Aspectos como los diferentes modos de pago, la financiación internacional, o la gestión del Riesgo Divisa, muchas veces conllevan conceptos y prácticas difíciles de entender, o que al menos requieren de ayuda externa para facilitar y ayudar a elegir la opción más correcta para el propio negocio. Y es que, saber gestionar los recursos financieros, puede suponer una de las claves de la rentabilidad de la operación.
Tradicionalmente en España el sector exterior ha constituido un importante motor del crecimiento económico y de recuperación durante y después de los periodos de crisis. De hecho, la contribución en términos reales de la demanda exterior neta a la variación del PIB fue positiva en 2011 por cuarto año consecutivo. Hay que interpretar la internacionalización como una oportunidad para ampliar y reforzar las ventajas competitivas en los mercados locales. Como dijo Walt Disney, si puedes soñarlo, puedes hacerlo.