Mirando al futuro, elevar la edad de jubilación parece la alternativa más razonable para Europa y negarse a ello solo retrasará y agudizará los problemas ocasionados por el envejecimiento de la población.
Los trabajadores franceses que han secundado otra ronda de huelgas por la propuesta de su gobierno de retrasar la edad de jubilación hasta los 62 años quizás deberían leer el informe publicado por Standard&Poors titulado “El envejecimiento global en 2010: una verdad irreversible”. Conforme la generación baby-boom (personas nacidas entre 1946 y 1964) se jubilen a lo largo de las próximas dos décadas, las dificultades para la gobierno irán creciendo.
Este problema demográfico lleva tiempo gestándose, pero los baby-boomers no han sido suficientemente previsores, y el credit crunch ha empeorado la situación. No sólo se trata de las pensiones; afrontar los gastos sanitarios y de cuidado de ancianos (incluidas las residencias de la tercera edad) también es motivo de preocupación.
Como resultado de estas prestaciones, la media para las economías avanzadas supondrá un déficit del 24,5% del PIB. En 2050, 12 países, incluyendo EE.UU. y Reino Unido tendrán déficits superiores al 30%. Los ratios de deuda sobre el PIB subirán en el G7 hasta más del 400%.
Estos números justifican una reflexión acerca de la posible orientación de las políticas económicas. Habrá países que no podrán superar este problema mediante subidas de impuestos, por estrangular su crecimiento económico; sin embargo, los gobiernos no disponen de otras medidas con eficacia equivalente.
Parece que los países deberán elegir entre dos formas de quiebra: o romper sus promesas con los acreedores, o romperlas con los pensionistas. Algunos países optarán por la primera, declararse en quiebra para repagar sus deudas, o la vía más sutil de generar inflación y depreciación de su moneda. Pero la mayoría elegirá no pagar las pensiones, aunque les suponga un castigo electoral (el voto de los mayores).
Elevar la edad de jubilación parece la salida más honrosa y también parece un ajuste justo, dada la mayor longevidad de las personas: la esperanza de vida europea ha aumentada en 10 años desde 1950. Una edad posterior de jubilación también aumenta el tamaño de la mano de obra potencial, y por tanto, el número de contribuyentes. Algunos argumentan que no es justo que los trabajadores aumenten su esfuerzo por el resto de la población, dado que su esperanza de vida es relativamente menor, pero todavía sufrirán mas si el Estado no paga las pensiones.
Otra alternativa para Europa, con un horizonte lejano, sería generar otro baby-boom, de manera que en 2050 se disponga de más aportantes; sin embargo, su instrumentación se torna imposible por razones culturales. En la sociedad actual, Francia, que ha sido el único país coherente temporalmente a la hora de instrumentar políticas activas de fomento de la natalidad tiene en la actualidad un ratio de 2 niños por familia, lo cual no está lejos de una mera “tasa de reemplazo” demográfica. La tasa de nacimientos en Europa ha caído desde 2,65 hijos en 1960-65 a 1,42 en 1995-2000. Elevarla hasta el número suficiente para hacer frente a las pensiones en 2050 supondría una verdadera quiebra de modelo, ciertamente utópica.
Otra opción es la inmigración, abrir las fronteras podría aumentar la mano de obra, generando un número más elevado de contribuyentes y potenciales cuidadores (en hospitales y residencias de ancianos). Los inmigrantes, además, elevan el ratio de natalidad, como ha ocurrido por ejemplo en el Reino Unido a lo largo de la última década. Sin embargo, para que esta solución funcione a escala europea, la inmigración debería venir de fuera del continente, peaje electoral que no todo gobierno está dispuesto a incorporar.
Elevar la edad de jubilación puede no ser popular, pero, sin duda, es la alternativa menos mala, y todos aquellos europeos con trabajo deben hacerse a la idea de que deberán hacerlo hasta los 70, por si acaso. En el caso de España, independientemente de las cifras de envejecimiento de la población, existe el factor agravante (el desempleo estructural), tornando el ratio aportantes/dependientes todavía más desolador.
A la hora de ser previsores, Europa sufre, entre otras razones, por la heterogeneidad en el % del salario a recuperar tras la jubilación, y quizás por ello, los países con menos cobertura (Alemania) sean los que han mostrado más apelación al ahorro de largo plazo, frente a los que tienen menos cobertura (España) con una perspectiva poco racional. Y precisamente por ello, estos últimos necesiten la reforma de su sistema de pensiones de forma más perentoria.