DE MITOS A REALIDADES
Las cifras del crecimiento de la población China presentan datos realmente escalofriantes: los números apuntan a que nos encontramos, en estos momentos, frente a una clase media de 100 millones y unos 15 millones más si hablamos de las grandes fortunas. Este crecimiento despierta un interés económico, puesto que, responde a un perfil de consumidores inexpertos, abiertos a nuevas experiencias y dispuestos a gastar cada vez más.
La clase media y acomodada China ha crecido a gran velocidad, los salarios presentaban ya, años atrás, una tendencia alcista y que “hoy por hoy” continúa con la misma dinámica. Estos factores han provocado un incremento sustancial de la demanda de productos y servicios que hasta ahora no habían encontrado su nicho en este mercado, permitiendo así la entrada de productos occidentales más sofisticados. Los ciudadanos chinos han considerado que las marcas extranjeras tienen mayor calidad que a las nacionales.
Hablamos de productos sofisticados, porque estos nuevos consumidores se han hecho ahora más selectivos, han comenzado a darle importancia a aspectos como la calidad, variedad, los valores nutricionales y seguridad. Conceptos, todos ellos que están abriendo las puertas a un sinfín de productos que hace unos años era in-pensable vender en China. Además de abrir paso a las grandes firmas de la moda europea, productos típicos españoles, como son el vino o el aceite de oliva, han comenzado a ser también distintivos sociales para ellos. Frente a esta situación, se puede asegurar que la entrada de la industria del Lujo al continente asiático es un hecho.
Son más de 1.300 millones de habitantes que están adaptándose al concepto de sociedad de consumo. Entre estos millones de ciudadanos reconocemos a un sector de mediana edad de entre 25 y 45 años, que se han sumado al consumismo de las grandes ciudades europeas; el lujo y la moda se han convertido en un distintivo social y la demanda de marcas extranjeras ha crecido de forma sustancial. El sector del Lujo y la Moda esta viviendo su momento de gloria en el continente asiático y se prevé que mejore. Este nuevo estamento de la sociedad consume artículos y servicios de lujo, simplemente para conseguir un mayor estatus, aunque no dan valor intrínseco a los productos en sí, sí les interesa su efectividad como indicador social.
Sumado a este rol emergente, se empieza a palpar una clara disminución de la tasa de ahorro y de la evolución de la banda ancha y de las tarjetas de crédito. Tampoco podemos dejar de lado el turismo, que también va en aumento. Las estadísticas hablan de que en 2006, China recibió 35 millones de turistas y las estimaciones adelantan que, en 2020, el país recibirá 35 millones más de visitantes. Ambos tres, claros indicadores de la buena marcha de la economía del país.
España frente a este conjunto de factores ha dejado a un lado su posición de observador para convertirse en inversor. La idea de viajar hasta China para ahorrar costes y reexportar los productos de baja calidad es una filosofía que ya se está quedando obsoleta. Para 2007 las inversiones españolas van a duplicar su crecimiento porque, si en el año anterior se invirtieron 110 millones de euros en la zona, las previsiones confían en que, finalizado 2007, la inversión española en este país alcance los 250 millones de euros. Y eso no es todo, de esos 110 millones invertidos en 2006, el 70% se dirigía a la reexportación-producción en China para traer el Producto a España o países terceros- y el 30% estaba orientado al mercado local chino. Ahora, la pirámide se va a invertir.
La enorme competitividad de su industria manufacturera a escala global, el crecimiento del consumo en las ciudades de primer nivel, y una apertura de los mercados financieros en la China Continental, convierten al dragón asiático en una oportunidad de inversión de oro.
Así que, por fin, los mitos sobre las dificultades del mercado chino han quedado atrás. En este momento China se ha convertido en uno de los mercados más importantes del mundo, donde las principales empresas internacionales ya están presentes. Después de seguir de cerca la evolución del país, hemos dejado de ver al gigante asiático como una amenaza, es más, comenzamos a verlo como una oportunidad. Las empresas Españolas, al igual que el resto de empresas internacionales, deben buscar también aquí su hueco porque; “Si la distancia entre mitos y realidades ha sido corta, la distancia entre España y China podemos hacer que sea aún mas corta”.