Emprender y riesgo son dos palabras que van ligadas, pero cada vez cobran más fuerza. Es, ante todo, una actitud que debe primar en las personas, instituciones y empresas para poder encontrar oportunidades de crecimiento y consolidación. Y en los tiempos que corren, una opción a tener en cuenta para luchar contra el desempleo.
La Real Academia Española de la Lengua define emprender como el acto de acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro. Mientras esta palabra tiene connotaciones positivas, a menudo con el vocablo de empresario ocurre todo lo contrario. En realidad parten de la misma base, son conceptos unidos y necesarios para garantizar el crecimiento de un país.
La burocracia, sin embargo, es un muro contra el que chocan los deseos de muchos emprendedores españoles. Así lo atestigua un informe del Banco Mundial, que pone a España en la parte baja de la clasificación de países en cuanto a las facilidades que ofrece para poner en marcha una empresa. Según esta clasificación, España ocupa el puesto 136 de un total de 185 países analizados, y se sitúa por detrás de países como Sudán, Madagastar o Namibia. Una realidad que esperamos empiece a cambiar. La Ley de Emprendedores, con ventajas fiscales para fomentar la reinversión, incentivos para socios de empresas de nueva creación, abaratamiento de costes iniciales y nuevas vías de financiación, entre otros aspectos destacables, es un primer paso necesario, pero tal vez no suficiente. La educación desde temprana edad que fomente la creación de negocios, y también la formación continua para saber mantener y crecer con la compañía creada, son otras de las tareas pendientes. Si se puede decir que la crisis ha conllevado algunos aspectos positivos, éstos podrían ser la mayor internacionalización de nuestras empresas y el fomento de una sociedad más emprendedora, tal y como destacó esta semana Manuel Bermejo en la presentación en la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros de su libro “Gente emprendedora, gente de calidad”.
Por ello, hay que poner en valor al empresariado y al emprendedor. Respaldarlo y apoyarlo en su camino, una tarea que pretende llevar a cabo el libro de Bermejo, pero también certámenes como el celebrado con el apoyo de la FEBF por la Caixa en mayo: “Emprendedor XXI”, o la Operación Emprende de AJEV. En esta línea, la formación específica también será fundamental, conocer los aspectos legales de todo proceso de internacionalización, saber valorar la empresa, conocer el ciclo de vida de la sociedad mercantil, así como el networking, serán aspectos a tener en cuenta y que serán abordados por la Fundación de Estudios Bursátiles en los próximos meses.
Como las gacelas, el empresariado debe adaptarse al entorno para sobrevivir. Y en esta evolución es imprescindible mantener ese carisma emprendedor de vital importancia para la supervivencia, rentabilidad y sostenibilidad de toda empresa y país. Emprender es un acto de valentía, de pasión, de visión, de querer evolucionar, y necesita una dosis de ilusión y de apoyo de toda la sociedad.