En 2021 se publicó por Fedea un interesante estudio de los profesores Conde Ruiz (UCM) y González (Banco de España) sobre los efectos del envejecimiento de la población sobre la economía española. Algunos de ellos son positivos, como por ejemplo el aumento de la esperanza de vida, y otros negativos, como es el caso del envejecimiento de la población, la reducción de la tasa de fecundidad y el retraso en la maternidad.
España, como la gran mayoría de los países industrializados, se encuentra en pleno proceso de envejecimiento. Así, por ejemplo, en el año 1960 el porcentaje de personas en España con más de 65 años sobre el total de la población era del 8,2%, mientras que en 2020 alcanzó el 22,9% de la población. Sin embargo, el proceso de envejecimiento, lejos de frenarse, continúa de forma intensa.
Las últimas previsiones del INE indican que, en 2050, el 31,4% de la población en España tendrá más de 65 años, y el 11,6% tendrá más de 80 años. Merece la pena reflexionar sobre los determinantes del envejecimiento en España y analizar -a la luz de las previsiones demográficas- cómo será la población de España en las próximas décadas.
La transición demográfica en España siguió las pautas habituales de los países industrializados, pasando de elevadas tasas de natalidad y mortalidad hacia menores tasas de ambas variables. Vemos como la población española crece, con distintas fases de intensidad, gracias al saldo vegetativo positivo, hasta los años noventa, siendo a partir de entonces el saldo migratorio la variable responsable que está detrás del crecimiento poblacional. La esperanza de vida no ha parado de crecer durante todo el s.XX, e incluso se ha acelerado en las últimas décadas gracias a las importantes caídas de la mortalidad a las edades más avanzadas. El envejecimiento, medido como la tasa de dependencia a los 67 años, ha continuado aumentando desde entonces, si bien presentó una pequeña tregua durante el principio del s.XXI gracias a la intensa entrada de una población inmigrante más joven que la población residente en España.
Las proyecciones demográficas para España del INE, AIRef y Eurostat muestran como España empieza el siglo XXI siendo uno de los países con una tasa de dependencia más baja que la media de la UE, y por debajo de muchos países como Italia, Alemania, Reino Unido o Francia, y en el año 2050 acabará siendo uno de los países más envejecidos de Europa.
A principios del s.XXI España era un país más joven (o con una tasa de dependencia más baja) que la media, por contar con una generación de “baby boomers” más joven (al haber nacido más tarde que en otros países) y por haber experimentado un boom inmigratorio muy intenso con una estructura por edad más joven que la población nativa. Y, a pesar de que todas las proyecciones dan un flujo neto positivo hasta 2050, observamos como España termina siendo uno de los países más envejecidos a mitad de s.XXI por contar con una esperanza de vida, tanto al nacer como a los 65 años, muy superior a otros países y con una reducida tasa de fecundidad, muy inferior a la media de la UE.
España se enfrenta a un proceso de envejecimiento progresivo resultado de una transición demográfica a la que se enfrenta, similar a la de otros países industrializados. En el último siglo los países desarrollados han llevado a cabo un intenso proceso de cambio en términos de población, denominado como transición demográfica. Es decir, todos ellos, en la medida que se han ido completando su proceso de industrialización, han pasado de elevadas tasas de natalidad y mortalidad hacia menores tasas de ambas variables. La transformación demográfica conlleva un período de fuerte aumento de la población (cuando las tasas de mortalidad caían más rápido que las de fecundidad) y un período donde se estabiliza el crecimiento de la población (cuando se acelera la caída en la tasa de fecundidad).
A lo largo de las últimas décadas España ha pasado por diferentes fases, dando lugar a una transformación que supone pasar del “baby boom” a un proceso de envejecimiento progresivo, a pesar del alivio que supuso el importante fenómeno migratorio temporal en la década de los 2000. A continuación, se ve en mayor detalle cómo evolucionó la fecundidad, el fenómeno migratorio y la esperanza de vida en las últimas décadas.
En perspectiva histórica, la tasa de fecundidad en España, o niños por mujer en edad fértil, se ha reducido de forma considerable desde el año 1900, donde se situaba en 4,7 niños por mujer hasta el mínimo alcanzado en el año 1998 con 1,13 niños por mujer. Posteriormente, se produjo un ligero incremento de la fecundidad hasta los 1,44 niños en 2008, unido al fenómeno de la inmigración que tuvo lugar entre los años 2000 y 2008. Sin embargo, a partir de ese momento, este indicador vuelve a descender hasta situarse en 1,23 en el año 2019.
Estos valores sitúan a España entre los países con tasa de fecundidad más baja de los países industrializados. Se considera que un valor de 2,1 niños por mujer es la tasa de reemplazo en los países desarrollados, es decir el número medio de nacimientos por mujer que se requiere para mantener el tamaño de la población constante en ausencia de movimientos migratorios. Sin embargo, todos los países de la Unión Europea se encuentran por debajo de dicha tasa de reemplazo en 2018 siendo Francia el único país que se encuentra en valores más cercanos a la cifra de 2 con 1,88 niños. La tasa de fecundidad en la UE-27 fue en media de 1,55, correspondiendo el máximo a Francia y el mínimo a Malta con 1,23 niños por mujer. Además de la tasa de fecundidad hay que tener en cuenta que la edad de la maternidad ha ido aumentando en los últimos años. En particular en España, la edad a la que se tiene el primer hijo ha pasado de 25,3 años en 1975 a 31,1 años en 2019. En comparación europea, España e Italia son los únicos países de la UE-27 donde esta variable supera los 31 años.
Todos estos cambios han llevado a la transformación de forma significativa de la pirámide de población respecto a la de hace más de 100 años. Como se puede ver en las siguientes figuras, en el año 1908 la representación de la población tenía la típica forma de pirámide. Sin embargo, al comparar con la de 2020 se ve cómo ha cambiado. Hay significativas diferencias, en concreto: la base se ha estrechado, la parte central entre 35 y 59 años supone hoy el 38,4% de la población total (frente al 26% en 1908) y el peso de los mayores de 65 años ha aumentado siendo un 19,6% en la actualidad (frente a un 5,8% en 1908). El espectacular aumento en la esperanza de vida, combinado con el descenso en las tasas de fecundidad, ha llevado a esta transformación que supone perder la denominada forma de pirámide.
Gráfico: Pirámides de población en España en 1908 y 2020
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de INE y The Human Mortality Database
En la actualidad, España destaca en comparación internacional por tener una de las esperanzas de vida más elevadas, tanto al nacer como a los 65 años. En 2018, España era el país con mayor esperanza de vida al nacer de la UE-27, siendo el único país que superaba los 83 años con 83,2 años, esto es gracias a las mujeres españolas, que son campeonas en longevidad con una expectativa al nacer de 86,1 años. De nuevo ningún país europeo alcanza esta cifra. Además, en comparación con los países de la OCDE sólo Japón y Suiza superarían a España en esperanza de vida al nacer.
El aumento de la esperanza de vida en los últimos años se ha producido especialmente por la mejora a edades avanzadas, es decir en las últimas décadas donde se ha producido el mayor aumento ha sido en la esperanza de vida a partir de los 65 años (ver figura 4). En la actualidad, una persona que cumpla 65 años tiene por delante 21,6 años de vida en España. De nuevo, nuestro país destaca, en este caso por ser el segundo país de la UE-27 con mayor esperanza de vida a esta edad para la población total (por detrás de Francia donde es de 21,9 años en 2019). Y, de nuevo, las mujeres españolas destacan por tener una esperanza de vida de 23,4 años, sólo por detrás de Francia (23,8 años)
Al mismo tiempo que se producía este aumento de la esperanza de vida a los 65 años, a lo largo del último siglo se ha producido un incremento considerable de las probabilidades de supervivencia a esta edad. Mientras que a principios del siglo pasado la probabilidad de llegar a la edad de jubilación no llegaba al 35%, ahora supera el 90%.
Esto quiere decir que la probabilidad de llegar a cumplir los 65 años es 2,7 veces mayor naciendo en 2019 frente a una persona que nació en 1908. A esto hay que unir el aumento de la esperanza de vida a esa edad, es decir los años que tiene una persona por delante habiendo cumplido los 65 años. Si a principios del s.XX esta cifra estaba alrededor de los 10 años, en 2018 es de 21,1 años, es decir se ha duplicado. Esta variable cayó en la época de la gripe de 2018 y de la guerra civil, pero a partir de los años cincuenta ha ido aumentando de forma significativa
Como se ha mencionado anteriormente, en el período 2000/09, el crecimiento de la población en España vino de la mano de la intensa llegada de población inmigrante. Hasta los años noventa el crecimiento de la población era debido al crecimiento natural de la población, mientras que a partir de entonces el aumento de la población vino fundamentalmente de la mano de la llegada de población inmigrante. Además, este fenómeno contribuyó al rejuvenecimiento de la población. Durante la década de los 2000, la importante llegada de población inmigrante permitió reducir la edad media de la población residente en España.
Ser capaces de entender los cambios demográficos del futuro es fundamental para anticipar los principales retos a los que se va a enfrentar la economía española en las próximas décadas. Las proyecciones demográficas suponen una simulación estadística que ayudan a conocer cuál será la evolución futura de la población en un país bajo determinados supuestos. La importancia de estas proyecciones radica en su utilización posterior en otros ejercicios, como por ejemplo en la proyección del gasto en pensiones, el crecimiento del PIB, etc.
Mediante el análisis de la fecundidad, la mortalidad y los movimientos migratorios se puede aproximar qué pasará con la población total y la evolución del proceso de envejecimiento. Con cierta periodicidad se publican nuevos escenarios demográficos para el largo plazo. Para España se dispone de las proyecciones que realizan cada dos años el INE, también el ejercicio de Eurostat y más recientemente las previsiones de la AIReF, con metodologías diferentes.
Además, recientemente tanto INE como AIReF han tenido en cuenta el impacto coyuntural de la COVID-19, con la sobremortalidad observada hasta el mes de julio de 2020, así como la disminución experimentada en los últimos meses en la inmigración y en la emigración.
En términos de tasa de fecundidad, o número medio de niños por mujer en edad fértil, todos ellos suponen una tendencia creciente hasta el año 2050, alcanzando alrededor de los 1,4 niños por mujer en 2047 en todos los escenarios. En perspectiva histórica, esto supondría recuperar el pico alcanzado en 2008, pero sigue estando lejos del valor referencia de remplazo que como se ha mencionado suele considerarse como 2,1 niños por mujer en promedio (sin tener en cuenta migraciones). Es importante tener en cuenta que, respecto a las proyecciones anteriores, tanto AIReF como Eurostat han reducido muy significativamente sus perspectivas, dado que en sus previsiones de 2018 estimaban que el número de hijos por mujer en España alcanzaba en 2050 un número entre 1,8 y 2 hijos por mujer. En cuanto al impacto de la COVID-19, tanto INE como AIReF consideran un impacto nulo en esta variable. Todas las proyecciones se encuentran por debajo de la tasa de fecundidad media de la UE-27 que al final del período se quedaría por debajo del valor de 2.
En definitiva, los tres escenarios demográficos para el largo plazo en España ofrecen un proceso continuado de envejecimiento hasta el año 2050, donde la tasa de dependencia prácticamente se va a multiplicar por dos. Esto va a tener importantes implicaciones en múltiples dimensiones, entre otras:
- sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas con el inevitablemente aumento del gasto asociado al envejecimiento: pensiones, sanidad y dependencia;
- sobre la productividad, con una fuerza laboral más envejecida;
- sobre las tasas de ahorro, presumiblemente menores al aumentar significativamente el porcentaje de jubilados.
El proceso de envejecimiento que estamos viviendo y que viviremos más intensamente en las próximas décadas es probablemente una de las mejores noticias. Para entenderlo basta con analizar cuáles son las fuerzas que están detrás de la dinámica del envejecimiento poblacional. De todas ellas la que sin duda tiene más incidencia en el envejecimiento es el espectacular aumento de la esperanza de vida. El progreso económico y social de las últimas décadas genera que los ciudadanos vivan cada vez más y en mejores condiciones.
Si en el año 1960 la esperanza de vida al nacer era de 69,9 años, y la esperanza de vida a los 65 años de 14,4 años, en la actualidad se sitúa en 83,6 y 21,6 años respectivamente. Además, a la luz de las previsiones demográficas este proceso de alargamiento de la vida continúa. En 2050, la esperanza de vida al hacer habrá aumentado más de 3 años (hasta los 86,9 años) y la esperanza de vida a los 65 años se habrá incrementado en más de 2 años (hasta los 23,7 años).
La evidencia empírica nos indica que la esperanza de vida a los 65 años aumenta un año cada 7 años. Lo que es importante para conseguir afrontar con éxito el reto del envejecimiento es que los individuos adapten sus decisiones a la nueva realidad demográfica y evitar lo que ocurrió durante el s.XX. En concreto, en el siglo pasado, como muestran Conde-Ruiz y Gonzalez (2010), se amplió la etapa educativa, dedicando más años al estudio. Se ha pasado de 10 años de media para la generación nacida en 1940, a los 13,6 años de media en la generación nacida en 1975.
Al mismo tiempo, se produjo el adelanto de la edad de jubilación, ampliando de forma significativa la etapa de jubilación. La edad efectiva de jubilación en España ha estado por debajo de los 65 desde finales de los años 80.
En la actualidad se deben tomar medidas de política macroeconómica adecuadas para hacer frente al cambio demográfico y la duplicación de la tasa de dependencia, en el primer punto, la sostenibilidad de las finanzas públicas sugiere aumentar la edad de jubilación, optimizar la eficiencia y evitar el fraude en las pensiones públicas.
En cuanto a la productividad, la reducción de la población activa y la digitalización impone nuevos estilos de gestión, con retribución en base a resultados y flexibilidad para aumentar la calidad de vida de los trabajadores, su motivación y por ende, su eficiencia.
Y por último, pero no por ello menos importante, la reducción del ahorro sugiere fomentar la planificación fiscal a largo plazo y las aportaciones a pensiones privadas. Todo ello vinculado a la educación financiera de la población, tan necesaria a escala microeconómica, para tomar buenas decisiones a lo largo de nuestra vida, como a escala macroeconómica, para que la economía española sea más competitiva.
Isabel Giménez Zuriaga
Directora General
Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros