La globalización, la nueva economía y la sociedad del conocimiento son, sin duda, fenómenos todos ellos con un inmenso potencial positivo para la humanidad; pero pueden, también generar un nuevo tipo de desequilibrios sociales, no sólo en lo concerniente a los procesos de distribución de la riqueza, sino también a las condiciones de estabilidad e inserción social, como pueda ser la recién acuñada brecha digital. Estos problemas son, a su vez, susceptibles de ocasionar nuevas fronteras y distancias sociales.
Entre los elementos capaces de compensar estas desigualdades ocupa un lugar, cada vez más destacado, una serie de instituciones de variada naturaleza: asociaciones, fundaciones, mutualidades, cooperativas, ONGs, encuadradas todas ellas dentro de lo que viene llamándose sociedad civil.
La necesidad de una nueva cultura cívica, requerida por la propia globalización, va a exigir el concierto y el compromiso conjunto de una sociedad civil activa, creativa y orientada hacia nuevos horizontes de convivencia, capaz de generar verdaderas oportunidades y opciones para todos. Un desafío que ya no se puede concebir en el ámbito periclitado de las fronteras geográficas nacionales, sino a escala supranacional: como la responsabilidad de los ciudadanos mundiales de la sociedad del conocimiento.
Crece, en este sentido, el convencimiento de que la solución a los nuevos problemas difícilmente podrá venir sólo de la mano de los Estados: las intensas transformaciones económicas y sociales de nuestro tiempo han traído consigo sustanciales variaciones de la definición en la cultura del bien común, tanto en su sentido como en la forma de avanzar hacia él.
Ya no existe un consenso -definido e indiscutido- sobre cuál es la responsabilidad principal de los gobiernos, y cuál es el papel que corresponde a las iniciativas filantrópicas, y a la acción comunal privada. De forma tal que estos cambios han puesto en tela de juicio la división de responsabilidades entre el sector público y el privado, e incluso, entre lo individual y lo colectivo. Al mismo tiempo, la economía de servicios y del conocimiento, así como los factores demográficos han metamorfoseado las características, las definiciones y los significados del sector laboral.
En esta situación, las instituciones sin ánimo de lucro, que trabajan por el bienestar general, y con voz y voto crecientes en importancia, integran lo que se ha dado en llamar el Tercer Sector. Estas entidades pueden expresar las preocupaciones ciudadanas, exigir responsabilidad de los poderes públicos, promover la comunidad, cubrir necesidades insatisfechas y, en general, mejorar la calidad de vida.
Pero, ¿qué tipo de instituciones privadas y qué tipo de fundaciones se precisarán para servir el bien común en la futura sociedad global?. Hasta fechas recientes, se disponía de muy escasa bibliografía relevante sobre el sector no lucrativo, centrándose la mayor parte de las fuentes en estadísticas realizadas desde la economía norteamericana, bien para el análisis de su propio país, o bien desde organismos internacionales con su sede ubicada allí, como, por ejemplo, el Banco Mundial o el FMI.
En función de tales diferencias geográficas e ideológicas, a nivel internacional se pueden establecer cuatro modelos genéricos de estructura del sector no lucrativo:
– Predominio de la Educación: por la implantación social de la Iglesia Católica en la enseñanza primaria y secundaria en Latinoamérica (Argentina, México, Perú), pero también en Bélgica e Irlanda. Caso distinto es el del Reino Unido, consecuencia de la privatizacion de las universidades en la época de Margaret Thatcher.
– Predominio de la Salud (sanidad y educación universitaria): En Países Bajos, Estados Unidos y Japón, a consecuencia de la cobertura privada de la atención sanitaria y Universidades, sendas quiebras históricas en las prestaciones de sus gobiernos.
– Predominio de los Servicios Sociales: En parte de Europa Occidental, la influencia histórica de la iglesia católica se ha reorientado a la prestación de servicios sociales personales por el afloramiento de nuevas necesidades, a consecuencia del envejecimiento de la población (atención a la tercera edad). Casos de Austria, Francia, Alemania y España.
– Predominio de las Actividades Culturales y Recreativas: Reflejo de su pasado comunista, en el que se alentó la formación de sindicatos de escritores, asociaciones de ingenieros, y numerosas corporaciones profesionales, en Europa Oriental (República Checa, Hungría, Rumanía y Eslovaquia).
A pesar de ello, esta modelización es, todavía, insuficiente para ejecutar un diagnóstico histórico y, mucho menos, extrapolaciones o prospecciones futuras sobre la evolución de este sector; debido, principalmente a los siguientes factores: grandes diferencias conceptuales (cualitativas y cuantitativas) de estas entidades entre sí, perentoriedad en el tiempo, precariedad laboral (frecuente carácter informal) y reducido tamaño. Por no hablar de su diferente nivel de arraigo social, en función de ideologías políticas concretas, o estadios de desarrollo económico.
Especialmente paradigmático resulta el caso de los EE.UU., país con un elevado número de entidades sin animo de lucro, y elevada participación global del tercer sector dentro del PIB anual, en buena parte por su legitimación fiscal, pero con predominio claro de entidades que apoyan a iniciativas tildadas, en ocasiones, de endogámicas o elitistas. En cualquier caso, es objetivamente demostrable que sus programas de apoyo son hegemónicamente domésticos (universidades, museos privados y programas medioambientales, con repercusión en la sociedad norteamericana), en agudo contraste con el escaso peso de su participación en los programas de ayuda internacional. Datos tan desalentadores muestran como la globalización puede ser tan extensa o reducida en su alcance como lo sea la condición humana. Vicios y virtudes de la sociedad civil global (pero también dual).
Isabel Giménez Zuriaga
Directora General
Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros
igimenez@febf.org