Dicen que las generaciones que han sobrevivido a una catástrofe marcan etapas históricas, y la Covid2020 será comentada a nuestros descendientes como un antes y un después en nuestras vidas. 2020 ha sido un ejercicio convulso dominado por la palabra “incertidumbre”.
Las decisiones económicas se toman habitualmente con un margen de incertidumbre y han sido numerosas las reflexiones de grandes economistas sobre su parametrización. La afirmación de los manuales de economía sobre la “información perfecta” es claramente arrogante, y cuando decimos que las cotizaciones bursátiles incluyen toda la información parece que también pecamos de ingenuidad. La incertidumbre nos rodea y 2020 ha sido un ejercicio de humildad en el que se han ido pulverizando todos y cada uno de los escenarios a partir de un shock externo originado en un país emergente, la Covid19, que no estaba en los mapas de riesgos de las empresas.
Entre las más reconocidas están las del economista Lord Maynard Keynes, que en su Teoría General de 1937 explicaba como había incertidumbre sobre una futura guerra en Europa, o sobre el precio del cobre o los tipos de interés los siguientes veinte años por la ausencia de base científica para efectuar un calculo de probabilidad sobre todos estos eventos.
Tal y como comentó Donald Rumsfeld, la estrategia se diseña a partir de lo que sabemos que conocemos, lo que sabemos que no conocemos y lo que no sabemos que no conocemos. Esta “incertidumbre radical” que da título al libro de John Kay y Mervyn King explica como nuestro conocimiento del presente es incompleto y el del futuro es incluso más fragmentario. Tal y como se comentaba en la reseña del libro en el Wall Street Journal, lo peor que se puede hacer ante un shock externo es preguntar a un economista.
Así pues, parece que los economistas, a la hora de configurar sus escenarios estratégicos construyen sus tiendas de campaña a partir de elementos rudimentarios. En sus diagnósticos, los economistas generan un razonamiento narrativo como mecanismo para organizar la información imperfecta. A partir de experiencias individuales y colectivas los economistas ordenan la información generando datos, modelos y proyecciones para un futuro incierto de consecuencias imprevisibles.
Por ejemplo, el modelo la oferta y la demanda solo sirve para explicar cómo actúan las personas en los mercados. Alcanzar un conocimiento sofisticado sobre los diferentes conceptos económicos es el deseo de los grandes economistas, pero todavía queda camino por delante.
Se dice que los datos son el petróleo del s.XXI, pero en el libro de Kay y King se muestra como los datos no son tan poderosos como podría parecer. En algunas ocasiones, los datos son poderosos porque las decisiones se toman a partir de ellos, no por su valor intrínseco. Además de ello, el uso de datos no contrastados genera fake news, y la manipulación de la información está a la orden del día. Pero los datos son respuestas sistemáticas, no son la verdad. Los datos no operan en el vacío y pensar que siempre son objetivos impiden entender la estructura que opera tras ellos.
Así pues, antes de tomar una decisión empresarial a partir de un dato cualquiera conviene preguntarse, ¿Quién y cómo lo ha obtenido?, ¿Porqué se hace público ahora?
La incertidumbre radical proviene de la diferenciación entre eventos en los que existe una distribución de probabilidad conocida, como por ejemplo lanzar una moneda al aire y que salga cruz, y eventos en los que no hay distribución de probabilidad, en los que se construye un modelo para reducir la incertidumbre.
Tal y como decía Frank Knight en su famoso libro Riesgo, incertidumbre y beneficio, publicado en 1921, “La incertidumbre medible es el riesgo propiamente dicho”.
Ejemplo de ello es el comportamiento de los mercados financieros con experimentos de generación de carteras en los que un mono lanzando dardos ha obtenido mayor rentabilidad que afamados gestores con sofisticados modelos.
En el entorno electoral los modelos económicos han tenido resultados también muy pobres, ejemplo de ello fue el referéndum del Brexit o las ultimas elecciones norteamericanas. Tampoco han servido con la pandemia en 2020.
La primera lección aprendida a partir de la Covid19 ha sido la de la vulnerabilidad del ser humano. A partir de ella, debe cambiar la forma de actuar de las empresas, orientadas por el propósito descrito en la premonitoria carta anual a los accionistas del Consejero Delegado de Blackrock en enero de 2020, las empresas están cada vez más concienciadas con su huella ESG y el cambio climático, ya que la eficiencia económica sin conciencia medioambiental tiene consecuencias terribles y un coste inasumible. Así pues, la sostenibilidad debe incorporarse a los modelos de producción.
Los mapas de riesgos geopolíticos deben incluir el cambio climático, pandemias y bioterrorismo. Hay numerosos horizontes apocalípticos para el planeta Tierra, y el cambio climático solo es uno de ellos. En nuestras manos está, desde la vigilancia, el diálogo y la cooperación, evitar poner nuestro futuro en riesgo.
Desde el punto de vista racional, conocer nuestro futuro al milímetro es aburrido y convencional. La serendipia es una circunstancia maravillosa a partir de la cual nuestro futuro puede generar, con la sorpresa y la música del azar, como diría Paul Auster, una evolución imprevista. Quizás viajaremos a lugares que no conocíamos ni en nuestra imaginación y conoceremos personas interesantes que cambiarán o nos harán reflexionar sobre nuestros puntos de vista, ensanchándonos la mente, siendo la sal de la vida.
Entre el futuro previsible y el caos hay un término medio. El ser humano racional ha avanzado a partir de modelos y razonamientos, gestionando riesgos y reduciendo el nivel de incertidumbre que domina su vida. Aquellos que pensaran como Friedman que no hay grandes diferencias entre riesgo e incertidumbre y que se puede hablar incluso de “probabilidad individual” a partir de la cual cada persona tiene una probabilidad numérica habrán encontrado en 2020 razones para reflexionar sobre las limitaciones del conocimiento, la vulnerabilidad del ser humano, el castigo al que habíamos sometido al planeta tierra, y la humildad con que debemos afrontar el futuro.
Esta epifanía ha mostrado en la denominada era de la información la importancia de la salud, las limitaciones de la tecnología y el poder de lo imprevisible. Los directivos del futuro sabrán gestionar la incertidumbre radical con estrategias triple A: anticipar, adaptar y actuar.
Los inversores, obligados a incrementar el riesgo de sus carteras con horizonte de tipos de interés bajos, deberán extremar las precauciones. En la renta variable cobrará mayor protagonismo el análisis fundamental y la selección activa de valores. En renta fija el descenso de rendimientos y el estrechamiento de los diferenciales de vencimiento que impulsaron las rentabilidades en 2020 posiblemente no vuelvan a repetirse. Las duraciones ampliadas y la posibilidad de una modesta reavivación de la inflación podrían convertir en una prioridad la gestión del riesgo de tipos de interés, enfatizando el atractivo de la renta variable.
“En el ámbito científico cuando una persona puede hacer un análisis cuantitativo y medir con números tiene un conocimiento tangible de lo analizado. Cuando no se puede medir con números, el conocimiento es difuso e insatisfactorio”. Lord Kelvin.
Bibliografía:
Auster, P (2006): “La música del azar”. Ed. Anagrama.
Friedman, M, Savage,J.F (1948:279-304): “Utility Analysis of Choices involving risk”. The Journal of Political Economy, volumen 56. Issue 4, august 1948.ç
Kay, J, King, M (2020): “Radical Uncertainty: decision-making beyond the numbers”. Ed. W.Norton and Co.
Keynes, J.M (2006): “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”. Ed. Fondo de Cultura Económica.
Knight, F (1947): “Riesgo, incertidumbre y beneficio”. Ed. Aguilar.
Isabel Giménez Zuriaga
Directora General
Fundación De Estudios Bursátiles y Financieros.
Publicado en: Boletin 310- Febrero