A la hora de invertir en bolsa, a muchos inversores les gustaría saber qué va a ocurrir en los mercados financieros o cuáles son los valores que más van a subir o bajar en las próximas semanas, pero lamentablemente no es posible predecir cuál es el valor con mayores expectativas de crecimiento.
Quizá, por ello, una buena opción es recurrir a una de las dos teorías de análisis de valores; el análisis técnico, basado en la información histórica y evolución de las cotizaciones, utilizando como principal instrumento los gráficos o “charts” y el análisis fundamental. Existe diversidad de opiniones sobre cuál es el más adecuado, algunos analistas defienden más una teoría y otros opinan que ambas son necesarias.
El análisis fundamental es aplicable no sólo a los valores cotizados en bolsa, sino también a cualquier otro activo del cual podemos obtener información disponible en el mercado. En el caso de las acciones, esta información incluye el estudio detallado de los estados contables de las compañías que emiten esas acciones, sus expectativas de crecimiento y de generación de beneficios, además del mercado en el que operan, sin olvidar todo su entorno macroeconómico y cómo influyen variables como los tipos de interés, PIB y otras variables de la economía. El fin de este análisis es determinar el precio objetivo de la compañía, para, posteriormente, compararlo con el precio en el mercado y determinar si la inversión es adecuada en función de las expectativas, es decir, en el caso en el que el precio en el mercado esté por debajo del precio objetivo, se recomendaría su compra por estar infravalorado.
Su denominación de «fundamental» no deriva del hecho de que sea el sistema de análisis más importante o básico, sino que se debe a una traducción directa y literal de su denominación anglosajona, «fundamental analysis», cuya traducción correcta sería más bien «análisis de los fundamentos», es decir, de las bases sobre las que se sostiene el valor analizado.
El Análisis Fundamental comprende distintos niveles según el ámbito de influencia de las variables o factores objeto de análisis y engloba los siguientes grandes capítulos: Análisis macroeconómico, Análisis Sectorial, Análisis de empresa y Valor Intrínseco.
Dentro del análisis fundamental se puede hablar de dos enfoques, técnicas o sistemas para llevar a cabo dicho estudio:
-Análisis Top-Down: (de arriba a abajo) En él los inversores inician su toma de decisiones en un contexto global o macroeconómico, para ir puntualizando cada vez más hasta llegar a una conclusión sobre el valor de la empresa analizada.
-Análisis Bottom-Up: (de abajo a arriba) El criterio de este análisis es empezar por el valor intrínseco de la empresa. Una vez analizado el detalle y en función del interés del analista, éste irá ascendiendo en la cadena de análisis hasta el ámbito macro, en sentido contrario al enfoque dado por el «top-down».
El análisis macroeconómico consiste en el estudio de las expectativas de evolución de la economía a nivel agregado, a través de una serie de indicadores, y de su influencia en la evolución de la empresa analizada. Éste, es muy importante a la hora de determinar las decisiones de inversión, en particular, para aquellos inversores que tienen presencia en los diferentes mercados internacionales. Es decir, se analizan aspectos como la evolución del crecimiento de la economía de un país y la sensibilidad del mismo al cambio en la evolución de las variables que lo componen, así como el grado de apertura al exterior de una economía. También, se analizan aspectos como la productividad, competitividad, los agregados monetarios y su relación con la variable tipos de interés e inflación.
El análisis realizado nos permite aproximarnos al comportamiento futuro de la economía, y con ello, observar la influencia de éste en la evolución futura del valor estudiado.
Una vez efectuado el análisis macroeconómico, se estudian los sectores de la economía nacional elegida, de cara a ver cuál de ellos crecerá más que la economía en su conjunto y cuál menos.
El criterio de segmentación más lógico es el sectorial, ya que cabe pensar que aquellas empresas que desarrollan sus actividades en un mismo sector compartirán características estructurales. El análisis sectorial comporta, entre otros, el estudio de los ciclos de vida del sector o de la sensibilidad a la evolución de la economía diferenciando entre los sectores cíclicos y los defensivos: los cíclicos son aquellos con una elevada sensibilidad al ciclo, tanto en momentos alcistas como bajistas, y los defensivos son aquellos con escasa sensibilidad al estado de la economía. Por lo tanto, cuando se espera un peor comportamiento de la economía se seleccionarán valores defensivos, en cambio, cuando la evolución esperada sea positiva, se seleccionarán valores cíclicos. Este análisis sectorial sirve de base para determinar la ponderación relativa de cada sector en una cartera o fondo de inversión en renta variable.
Una vez realizado el análisis sectorial se elige la empresa, en la que se estudia el valor intrínseco de la misma, para establecer cuál es su precio teórico y en función de éste evaluar si se invierte en él o no.
Nunca debe confundirse el valor y el precio. El precio de una acción es el punto de equilibrio entre demanda y oferta, donde los compradores y vendedores pagan y ofrecen lo suficiente para que la transacción sea posible. Sin embargo, cuando se valora una acción, se trata de encontrar el punto de equilibrio del binomio rentabilidad-riesgo que se capaz de asumir, dadas las perspectivas de beneficios y la estructura actual de la empresa. Por lo tanto, el riesgo asumido al comprar las acciones de una determinada empresa, debe compensarse con una mayor rentabilidad que la que ofrecen los activos sin riesgo, como es el caso de las letras del Tesoro. Así, sólo si el valor hallado está por encima del precio actual, la acción resultará atractiva y se recomendará su compra.
Para fijar el precio teórico de una acción existen muchos métodos de valoración. Los más destacados son el Descuento de Flujos de Caja, el PER y el EVA, entre otros. Otros datos fundamentales para elegir un valor son los Ratios Bursátiles, como por ejemplo, el volumen de contratación, el PER, el Pay Out o la Rentabilidad por dividendo.
En definitiva, el análisis fundamental no es una ciencia exacta, sino una buena herramienta que ayuda a tomar decisiones a los inversores, con el objeto de tener una valoración objetiva del activo en el que invertir, con lo que no debemos descartar otro tipo de análisis complementarios.