Pablo Sánchez. Asesor Financiero. BBVA

¿Es el PIB un indicador obsoleto para medir el crecimiento de un país?
Durante mis estudios en el Máster Bursátil y financiero en la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros, tuve la oportunidad de analizar en profundidad diversos indicadores económicos. En particular, en las clases de Microestructura y Coyuntura de Mercados, la doctora Doña Isabel Giménez Zuriaga nos hacía reflexionar sobre los parámetros que entran en el cálculo del Producto Interior Bruto (PIB) y, quizás aún más importante, aquellos que no.
Uno de los ejemplos más llamativos que surgió en estos debates era cómo el PIB aumenta cuando un país destina recursos a la extinción de un incendio forestal. Este gasto público se contabiliza como un impulso al crecimiento económico, pero, en términos reales, ¿podemos considerar que un país ha crecido cuando sus bosques se han reducido y ha tenido que invertir dinero en reparar un desastre?
Este dilema evidencia una de las principales debilidades del PIB como indicador de crecimiento y bienestar. A pesar de ser la métrica más utilizada para evaluar la evolución de una economía, el PIB presenta limitaciones significativas que nos llevan a cuestionar su validez como única referencia del desarrollo de un país.
Las limitaciones del PIB: un crecimiento que no siempre significa progreso
Si bien el PIB es una herramienta útil para medir la actividad económica, su enfoque cuantitativo deja fuera aspectos clave del desarrollo real de una nación. Entre sus principales fallos, podemos destacar:
- Ignora la distribución del ingreso
Un aumento del PIB no implica que toda la población se beneficie por igual. Un país puede experimentar crecimiento económico mientras la brecha entre los más ricos y los más pobres se amplía, lo que genera desigualdad y tensiones sociales. - No mide la sostenibilidad del crecimiento
El PIB no distingue entre un crecimiento basado en la innovación y la productividad y aquel que proviene del agotamiento de recursos naturales. Por ejemplo, la sobreexplotación de un ecosistema puede generar un incremento del PIB a corto plazo, pero a largo plazo, las pérdidas medioambientales pueden ser irreversibles. - Incluye gastos negativos como positivos
Como mencionábamos antes, cualquier gasto, incluso aquel destinado a reparar daños, se contabiliza como crecimiento. Inversiones en sanidad debido a un aumento de enfermedades, gastos derivados de desastres naturales o incluso el aumento en la venta de sistemas de seguridad por un incremento de la delincuencia suman al PIB sin representar una mejora real en la calidad de vida. - Deja fuera la economía informal y el trabajo no remunerado
El PIB no considera el valor del trabajo doméstico, el voluntariado o la economía digital que no genera transacciones directas, pese a que estos factores tienen un impacto significativo en el bienestar social.
A nivel internacional, cada vez más economistas y organismos han reconocido la necesidad de complementar el PIB con otros indicadores que reflejen de manera más precisa el desarrollo de una nación. Entre ellos destacan:
- Índice de Desarrollo Humano (IDH): Introducido por el PNUD, mide la calidad de vida en función de la educación, la salud y los ingresos.
- Índice de Progreso Social (IPS): Evalúa factores como derechos humanos, acceso a servicios básicos y oportunidades económicas.
- Felicidad Nacional Bruta (FNB): Un enfoque alternativo que toma en cuenta el bienestar subjetivo y la sostenibilidad.
El uso de estos indicadores en conjunto con el PIB permite obtener una visión más realista del progreso de un país y facilita la toma de decisiones económicas y políticas más equilibradas y sostenibles.
Conclusión: un cambio de paradigma necesario
Desde mis estudios en la Fundación Bolsa de Valencia, comprendí la importancia de cuestionar las métricas tradicionales y analizar los datos con una visión crítica. El PIB sigue siendo un indicador relevante, pero no puede ser el único parámetro para medir el desarrollo de una sociedad.
En un mundo donde los desafíos económicos, sociales y medioambientales son cada vez más complejos, es fundamental adoptar enfoques más holísticos que reflejen el bienestar real de la población y la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo. Solo así podremos construir modelos económicos que no solo busquen incrementar cifras, sino mejorar la vida de las personas.