
John Plassard – Especialista en Inversiones en Mirabaud Group
Mirabaud Valencia: Luis Capilla, Jose González, Sonia Yllera y Sergio Bernal
28 de mayo de 2025
El Secretario de Sanidad, Robert F. Kennedy Jr., lidera una campaña para reformar el sistema alimentario prohibiendo los aditivos y colorantes sintéticos tolerados durante mucho tiempo en los alimentos industriales.
Esta medida responde a las crecientes tasas de enfermedades crónicas y ataca el vacío legal que permitió la entrada de más de 10.000 sustancias químicas no probadas en el suministro de alimentos de EE.UU. a través de la norma «Generally Recognized as Safe» (GRAS). Kennedy culpa a las tabacaleras que entraron en la industria alimentaria en la década de 1980 de diseñar alimentos hiperpalatables y adictivos que desplazaron la nutrición en favor del sabor.
Estos alimentos se han relacionado estrechamente con la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares e incluso la muerte prematura, según estudios mundiales en los que han participado casi 10 millones de personas.
La FDA ya ha anunciado su intención de eliminar progresivamente varios colorantes sintéticos, como el rojo cítrico nº 2 y el naranja B, y se esperan más prohibiciones para el año que viene. Entre los productos afectados figuran marcas emblemáticas como Lucky Charms, Cheetos, Gatorade, Skittles y Twinkies, que recurren a colorantes artificiales para atraer a los consumidores.
La reformulación será costosa y compleja, sobre todo en el caso de productos muy comercializados entre los niños, lo que supone un riesgo importante para gigantes de la alimentación como General Mills, PepsiCo, Mars y Nestlé.
Mientras tanto, los minoristas están reduciendo silenciosamente sus existencias de aperitivos procesados, ya que los consumidores con rentas bajas destinan sus gastos a productos básicos como huevos y verduras. Las tiendas de descuento y las marcas blancas están ganando cuota, reduciendo los artículos de marca tradicionales.
Empresas como Ferrero, Mondelez, Danone y Haribo pueden enfrentarse a divergencias normativas entre Europa y Estados Unidos, donde sus líneas de productos estadounidenses aún contienen aditivos prohibidos.
La Comisión «Make America Healthy Again» de la administración Biden también pretende reformar los programas federales de alimentación, como el SNAP, para excluir los alimentos ultraprocesados.
Estas medidas políticas reflejan las estrategias de salud pública utilizadas contra el tabaco y la creciente evidencia de la relación entre la dieta y las enfermedades crónicas. La campaña de Kennedy representa un hito político, económico y normativo que podría remodelar el panorama alimentario estadounidense. La industria de la comida basura está sometida a la presión de los consumidores, la ciencia y el gobierno, lo que acelera un ajuste de cuentas que debería haberse producido hace tiempo.
Esto se hace eco de cambios anteriores, como el impacto de los medicamentos contra la obesidad GLP-1, que ya empezaron a minar las ventas de comida basura. Aunque las empresas afectadas intenten restar importancia a la amenaza reglamentaria, el aumento de los costes, el cambio en las preferencias de los consumidores y el escrutinio de los gobiernos hacen que este sea un punto de inflexión estructural.
La aplicación de la FDA a los ingredientes naturales no sólo indica una reforma, sino una redefinición de lo que comen los estadounidenses. En el trasfondo, los riesgos legales y de reputación para las empresas siguen creciendo. Para la industria alimentaria, la era del dominio artificial puede estar llegando a su fin.
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