Isabel Giménez Zuriaga. Directora general FEBF.
Decía José Luis Sampedro que las dos fuerzas económicas de nuestro tiempo son las guerras y el progreso tecnológico, pero en la función de producción además del capital esta la mano de obra y Occidente tiene un problema endémico de reducción en su población activa por dos factores, el descenso de la natalidad y la reducción de los años de vida laboral.
Para paliar el segundo de estos problemas, el gobierno federal alemán aprobó en octubre la llamada “jubilación activa” con el ánimo de fomentar la prolongación de la vida laboral entre los pensionistas germanos. La medida tiene como fin ultimo descargar las cajas sociales, y aliviar la falta de mano de obra especializada, un objetivo para el que incluyen como incentivo que los primeros 2.000 euros que estas personas cobren cada mes, con independencia de la pensión, resulten libres de impuestos.
Asi, por ejemplo, quien gana 3.500 euros brutos al mes por su trabajo, en el futuro, una vez jubilado, solo tendría que pagar impuestos por los primeros 1.000 euros, mientras que el resto de los ingresos quedarían exentos. Y eso sin dejar de cobrar su pensión, que ya de por sí esta sujeta a impuestos por encima de una cantidad básica exenta, y sin que aumente la carga fiscal por las cantidades adicionales.
El Ejecutivo que dirige el canciller federal, el conservador Friedrich Merz, cuenta con que ese Proyecto de Ley se apruebe antes de Navidad para que entre en vigor el próximo 1 de enero. De esta manera quiere crear un incentivo para optimizar el potencial laboral de las personas mayores, y conservar durante más tiempo su experiencia y conocimientos en las empresas.
En base a un estudio previo, realizado por el Ministerio Federal de Trabajo, el Gobierno confía en que unos 168.000 empleados pudieran pasar a beneficiarse todos los años de esta pensión activa. Esto significaría que uno de cada cuatro nuevos jubilados aceptara la oferta de pensión actica al alcanzar la edad de jubilación.
“Quienes trabajen voluntariamente más tiempo se beneficiarán en el futuro de la pensión activa, fortaleciendo el mercado laboral, reforzando la economía y suponiendo una ventaja para todos aquellos que quieran seguir en activo profesionalmente” afirmó el Ministro de Finanzas, el socialdemócrata Lars Klingbeil.
La normativa se dirige a los trabajadores sujetos al pago de cotizaciones sociales, para los que el empleador paga cotizaciones al seguro de pensiones. La deducción fiscal está limitada a 24.000 euros por año, excluyendo autónomos, funcionarios y trabajadores en empleos de baja remuneración, asi como agricultura y silvicultura.
Con esta exención fiscal, el Gobierno calcula una pérdida de ingresos anual de 890 millones euros, que se repartirán entre el Gobierno Federal, los estados federados y los municipios. En el primer año, las pérdidas serán algo menores, y ascenderán a 820 millones euros. Y es que las cotizaciones sociales siguen siendo exigibles en el caso de la pensión activa. Además, los trabajadores y los empresarios deben pagar el seguro medico y de asistencia, y los empresarios también cotizaran al seguro de pensiones y de desempleo, ya que la exención fiscal tiene como objetivo, además, reforzar las arcas sociales.
“Con la obligación actual de cotizar a la seguridad social, los sistemas sociales también se benefician de la bonificación”, explicó un portavoz del Ministerio de Finanzas. “Al final, todos se benefician, ya que se alivia la carga de los sistemas sociales, se combate la escasez de mano de obra, y por tanto, se refuerza la posición de Alemania en su conjunto”.
a corto plazo, se pretende conceder ventajas fiscales a aquellos jubilados que dependen de ingresos adicionales y que, de todos modos, ya trabajan por cuenta propia. Dependiendo del éxito de la medida, también podría reavivase el debate sobre el aumento de la edad de jubilación, actualmente a los 67 años para los nacidos desde 1964, aunque ya se viene hablando de aumentarla hasta los 70 años.
Grafico nº 1: edad media de jubilación en la unión europea (OCDE)

Fuente: OECD (pensions at a glance 2023).
La coalición entre conservadores y socialdemócratas también tiene grandes esperanzas en el efecto que esta iniciativa pudiera tener sobre el mercado laboral: desde hace años muchos sectores sufren gran escasez de mano de obra cualificada, como es el caso de la asistencia sanitaria, la educación, las artes y oficios, la gastronomía y otros servicios.
Los detractores de la pensión activa subrayan que, especialmente en los sectores con mayor escasez de mano de obra, las cargas físicas y mentales son tan elevadas que pocas personas pueden o quieren trabajar más allá de la edad de jubilación. Además, tampoco está claro cuantos empresarios están realmente dispuestos a contratar específicamente a personas en edad de jubilación, y por lo tanto, a aceptar el mayor numero de bajas por enfermedad que por estadística podrían asumir.
Las voces críticas también lamentan que se favorezca a los empleados y se discrimine a los autónomos. Por ejemplo, autónomos con oficios como fontaneros o electricistas, que trabajan por cuenta propia no tienen acceso a la pensión activa. Sin embargo, en este tipo de sectores ya se ha constatado que la escasez de mano de obra cualificada es enorme.
Durante décadas, Alemania fue sinónimo de productividad. A nivel europeo, los alemanes representaban el rigor, la puntualidad y la ética laboral frente a unos países del sur señalados por supuestamente trabajar menos y vivir por encima de sus posibilidades. Ese contraste fue especialmente crudo durante la crisis del euro, cuando Berlín impulsó medidas de austeridad que estigmatizaron a griegos, españoles y portugueses.
Pero los tiempos cambian, y las estadísticas también. Hoy, una década después de aquellas políticas, Alemania se enfrenta a una revelación incómoda: es el país desarrollado donde menos horas se trabaja al año. Según la OCDE, la media de un empleado alemán es de 1.331 horas anuales, muy lejos de las 1.898 de Grecia o las 1.716 de Portugal. Una cifra que no encaja con la vieja imagen de potencia incansable, y que además aparece en un momento en el que la economía alemana atraviesa su peor racha en años.
La paradoja no es solo económica, también cultural. Mientras el Gobierno insiste en que el país necesita más trabajo para sostener su prosperidad, amplios sectores de la sociedad defienden cada vez con más fuerza el derecho a vivir fuera del empleo. Ese choque de visiones está abriendo un debate que va más allá de la productividad: toca la identidad de un país que parecía tenerlo todo claro y ahora duda sobre qué significa trabajar.
El contraste entre mito y realidad se refleja en varios frentes. Por un lado, Alemania acumula récords poco envidiables: más de tres millones de desempleados, una economía en recesión desde hace dos años y un PIB que no logra recuperar el nivel previo a la pandemia.
Por otro, los trabajadores disfrutan de condiciones que en otros países resultan impensables: más vacaciones de las exigidas por ley, festivos abundantes y una media de 19 bajas médicas al año, frente a las 16 de antes de la COVID. No se trata solo de salud, apuntan los expertos, sino de una cultura que ha normalizado una relación distinta con el empleo.
El debate político se ha intensificado. El canciller Friedrich Merz ha advertido de que las semanas laborales de cuatro días y el énfasis en el “equilibrio vital” pueden socavar la prosperidad del país. Escándalos como el de una profesora que lleva más de una década de baja cobrando salario íntegro alimentan la percepción de laxitud laboral. Al mismo tiempo, las empresas señalan a la burocracia y a la falta de mano de obra como frenos que agravan el estancamiento.
Detrás de las cifras hay raíces históricas. La Alemania occidental estigmatizó durante años a las madres que trabajaban a tiempo completo, mientras que en la Alemania oriental se fomentaba la plena incorporación femenina con redes de guarderías. Esa brecha persiste: casi la mitad de las mujeres trabajan a tiempo parcial, y el porcentaje supera el 65% entre las madres. La consecuencia es una de las mayores diferencias en empleo equivalente a tiempo completo de toda la Unión Europea.
Los expertos coinciden en que ampliar horarios de guarderías y reformar el sistema fiscal serían pasos decisivos para liberar millones de horas de trabajo. Sin embargo, esas medidas chocan con sensibilidades políticas y con una sociedad que no siempre percibe la productividad como un valor absoluto. Mientras tanto, la realidad se mueve en otra dirección: en 2024, 45 empresas ensayaron la semana laboral de cuatro días con salarios intactos y menor carga horaria. El resultado fue concluyente: mayor productividad por hora y empleados más satisfechos. La mayoría planea mantener el modelo.
Alemania avanza, así, entre dos polos: el de un sistema que reclama más esfuerzo y el de una sociedad que empieza a medir el éxito no solo en PIB, sino también en tiempo libre. En esa tensión se juega no solo su futuro económico, sino la redefinición de lo que significa trabajar en el corazón de Europa.
El tiempo dirá si la propuesta gubernamental de la jubilación activa sirve para fortalecer el mercado laboral y reforzar la economía. Elementos culturales como el edadismo parecen difíciles de afrontar a golpe de decreto, y los resultados podrán servir como faro de referencia para una Europa envejecida, menos productiva, y con déficit de innovación tal y como denunció Draghi en su informe publicado en septiembre de 2024.
Bibliografía:
OECD (2023): Pensions at a glance.
UE (2024): Ageing report. Economic and budgetary projections for the EU member states (2022-2070)
