El mayor desarrollo de los mercados financieros supone más crecimiento económico, pero debe realizarse a un ritmo adecuado, apoyado en la mejora equivalente de su educación financiera para garantizar mejor reparto de la riqueza y mayor bienestar. Es más oportuno hablar de educación financiera que de cultura financiera, en tanto en cuanto la primera es necesaria, y la segunda podría considerarse opcional o elitista. La educación financiera es necesaria para todos en la toma de decisiones diarias, no solo para los profesionales del sector. El aprendizaje financiero debe ser natural y promoverse desde la educación básica para que los niños valoren el ahorro, conozcan el esfuerzo necesario para ganar dinero, y se sientan cómodos gestionando ingresos y consumos.
Existen elementos culturales que favorecen la educación financiera, y todos los ciudadanos deben sentirse capaces de gestionar sus finanzas con madurez. Es una tarea indelegable al alcance de cualquiera, pero requiere conocimientos, constancia y dedicación. Todo inversor debe ser consciente de sus limitaciones, invertir solo capitales excedentes, y controlar los riesgos asumidos. La inconsciencia financiera es germen de problemas. La planificación financiera debe ser coherente, con inversiones diferentes en función del ciclo vital, y exige supervisión continua.
El conocimiento financiero también es importante para el propio sector, y la MifidII supone un avance al exigir cualificación profesional mínima y diferenciar información de asesoramiento.
Si una sociedad no está preparada y sus ciudadanos carecen de cultura financiera habrá abusos y fraudes, el coste financiero será mayor, y las personas tendrán una visión distorsionada de productos y riesgos, empeorando sus decisiones. La cultura del riesgo también se verá perjudicada, inhibiendo el desarrollo de los mercados y la diversificación de productos.
Artículo publicado por la Dra. Dª. Isabel Giménez en la revista mensual Plaza del periódico digital ValenciaPlaza.com